PRÓTESIS Nº 1
Tengo una visión que no es la mía. Es la manera más fácil de
explicarlo.
En algunos de los “asistidos” que conozco (aquellos a los
que ha sido implantada una prótesis), se da la circunstancia de que nunca
tuvieron visión propia. Yo si la tuve. Conozco la mirada amable, la aviesa, la
torva… he revisado cada una de esas miradas desde perspectivas cambiantes y
enfoques diversos. Trabajé de lazarillo. Mi trabajo consistía en traducir
miradas para un procesador de sensibilidades perteneciente a un programa de
implantología e implantoprótesis.
Debía de describir cada gesto de los ojos y analizar su
carácter, decodificar la energía anímica que brotaba de la mirada para
categorizar a continuación todas sus posibilidades por niveles o intensidades,
psíquicamente, mentalmente… añadiendo otros muchos datos, trabajando de sol a
sol pero por la noche. Muchas veces me encontraba a mí mismo buscando en las
personalidades, espiando sin permiso el interior de gentes desconocidas, pero
de las que nunca olvidaría sus ojos. Reconocería a esas personas en cualquier
circunstancia si la visión que iluminara sus ojos fuese realmente suya.
Perdí la vista.
Mis ojos son míos, pero no así la visión. Veo a través de
otra mirada, a través de una conexión externa que puedo interpretar gracias a
años de experiencia. En parte, mi vida es la de un voyeur, pero mi
participación en el juego de la visibilidad es completa. Esta situación me ha
llevado a entender la prótesis visual como una extensión de otros sentidos, precisamente
de aquellos que no se asocian con la vista. Traduzco la mirada, pero veo tras
ella todo lo que el aparato emotivo utiliza en la puesta en escena. Pero cuando
más veo es a través del modo en que los otros cierran los ojos.
Resulta curioso como los sueños alcanzan en mi mente una dimensión
poderosa. Las imágenes que procesa mi cerebro durante el descanso no han sido
vistas por mí, sino a través de mí. De este modo, soy ajeno o protagonista según
sea mi deseo.
Puedo llegar a ver lo que quiera con solo recordar el modo
en que hablan los ojos, recuperando ese recuerdo en una breve omisión de la
mirada externa, trasladando mi memoria a un primer plano de conciencia. Ahora
todo mi interés está puesto en transmitir esa posibilidad al exterior,
extenderla, expandirla, para conseguir que sea “el otro” quien vea a través de mí.
PRÓTESIS Nº 2 (Prótesis
para el texto “PRÓTESIS Nº 1“)
Tengo una prótesis que no es la mía. Es la manera más fácil de
explicarlo.
En algunos de los “proteicos” que conozco (los convertidos en prótesis),
se da la circunstancia de que nunca tuvieron nada suyo. Yo si tuve. Conozco el modo en el que se actúa con un cuerpo propio…
he sentido cada una de esas actitudes antes de
funcionar desde la rigidez del
transplantado integral. Trabajé de ciborg, aunque no me guste el
sentido culto que tiene ahora el término.
Mi trabajo consistía en transmitir datos a
un procesador de sensibilidades perteneciente a un programa de implantología e
implantoprótesis. Traducía a complejos
datos los que otros llaman euforias, disgustos, placeres e inquietudes… Pero la
prótesis que no es mía ha interferido en mi trabajo dejándome en el paro.
Debía de describir cada emoción y analizarla;
decodificar su energía para categorizar a continuación todas sus niveles, sus intensidades,
sus picos y sus valles en gráficas interminables que dibujaban todo
un mundo interno sometido a la debilidad humana. A ellos, añadía otros muchos datos que conocía antes de
tener los implantes que ahora me hacen ser lo que soy. Muchas veces me
encontraba buceando en las personas informando desde el interior de gentes desconocidas, pero de
las que nunca olvidaría sus cuerpos, blandos, repletos de fluidos. Reconocería a
esas personas en cualquier circunstancia si sus cuerpos fuesen realmente
suyos.
Perdí casi todo mi cuerpo
y flui implanto integralmente, a través de una intervención piloto en un
experimento sin precedentes. Pero me reimplantaron sin saberlo, algo que era
mío. Esa precisamente la prótesis que no es mía.
Mis ojos no son míos, mis manos no son mías, mis órganos vitales no son míos y empiezo a
pensar que yo no soy mío. Veo a través de otra mirada, vivo a través de impulsos
que no se quien produce, pero que puedo interpretar gracias a años de
experiencia. En parte, mi vida es la de un robot, mi circunstancia de ciborg, me otorga un aura extraña,
respetable… pero mi participación en el juego de la identidad es
completa, rebosante de calidades y experiencias sin dominar. Esta
situación me ha llevado a entender el “mundo-prótesis” como una extensión de otros sentidos, como una
prolongación infinita de mi ser espiritual. Traduzco emociones,
pero veo tras ella todo lo que el aparato relacional utiliza en la puesta en escena. Pero
cuando más veo es a través del modo en que los otros cierran los ojos, cuando mueven sus
ojos, cuando mueven sus cuerpos, cuando se tocan… y cuando duermen.
Resulta curioso como los sueños alcanzan en mi mente una dimensión
poderosa. Las imágenes que procesa mi cerebro durante el descanso no han sido experimentadas
por mí, sino a través de mí. De este modo, soy ajeno o protagonista según sea
mi deseo.
Puedo llegar a sentir lo que quiera con solo recordar el modo en que hablan
los cuerpos, recuperando ese recuerdo en una breve omisión de la
actividad externa y trasladando mi memoria a un primer plano
de conciencia. Ahora todo mi interés está puesto en transmitir esa posibilidad
al exterior, extenderla, expandirla, para conseguir que sea “el otro” quien sienta a través de mí.