"Morfologías Imposibles" (Iskandar Rementeria 2013)


SOBRE POSIBILIDADES E IMPOSIBILIDADES EN ARTE
Las dos palabras que forman el título de la exposición conjunta de Raúl Lomas y Alberto Lomas podrían interpretarse como una brevísima declaración de intenciones y reconocimientos sobre ciertos modos del arte. El "logos" que contiene la primera palabra ("morfología") denotaría una práctica artística asociada a la experimentación racional de la forma. Sin embargo, la segunda ("imposibilidad") advertiría en el resultado artístico entendido exclusivamente como forma cierta insatisfacción, causada quizá por la convicción de que el artista se ocupa verdaderamente de aquello imposible de ser representado. Bajo esta perspectiva, incluso científica del arte, la obra no queda reducida únicamente a la representación formal de un imaginario, sino que precisamente pretendería dar cuenta de las estructuras sobre las que éste se construye, revelando procesos y aspectos de la realidad en sus estratos más hondos, allí donde todos podríamos sentirnos concitados como sujetos de representación.

Si bien el título de la exposición remite a una perspectiva general del arte, no podemos obviar que los títulos particulares de las dos obras que la constituyen se diferencian gracias a otras dos palabras que, de algún modo, suponen su concreción: "fragilidad" en el caso de Raúl e "identidad" en Alberto. Mediante un ejercicio de articulación entre el título general, los dos particulares y las obras que referencian, la "fragilidad" se nos revela como una propiedad íntima de aquel lugar potencialmente compartido por todos y, por tanto, de cualquier construcción de sentido sobre la que se asienta. Por su parte, la "identidad" se manifiesta contra lo que normalmente suele designar: el deseo de distinguirnos a nosotros mismos uno y distinto respecto de las cosas y los demás como condición de sujetos/culturas. Como todas las demás palabras, la "identidad" pretende instaurar la ilusión de que el sentido permanece, determinado; de que el lenguaje (el sujeto) es capaz de fijar conceptualmente la realidad a su antojo para así construir las bases de una existencia que algunos consideran más segura e inequívoca.

Sin embargo, toda palabra, entendida como relación entre significante y significado, podría interpretarse como el resultado de un proceso de cristalización y ruptura ininterrumpido que conforma una estructura dinámica la cual sitúa al mundo y su representación en una deriva significante sin posibilidades de cerramiento total. Inserta en la temporalidad, la determinación material de la palabra parece resistirse a las inevitables variaciones de su significado producidas por la acción de la propia temporalidad o por las distintas conciencias que la aprehenden (pensemos en algo cotidiano y próximo, una "casa", que como palabra ha designado infinitas posibilidades a lo largo de la historia, e igual número de referencias en la representación que cada individuo ha podido hacerse de la misma). Apreciaríamos así que las construcciones de sentido más potentes jamás creadas han sido ensambladas sobre una estructura (de la representación) que se nos antoja frágil; estructura sobre la que se ha erigido nuestro mundo, y otros muchos más. La fragilidad de esta estructura dinámica no sería, por tanto, un signo de nuestro tiempo sino de toda época, en la que sus coetáneos han recibido como tarea su construcción.

Por tanto, habremos de reconocer en estos mecanismos una potencia natural, tanto destructiva como constructiva. La creación en arte sabe de estos procesos, así como de su capacidad para traerlos a presencia (simbólica) efectiva, incluso funcional, mediante el efecto de una materialidad que, técnicamente orquestada, entra en resonancia con un espacio común. En la obra de Raúl, el material cristalino trasciende su forma cotidiana y queda afectado por las variaciones sonoras que del propio material emanan: un tono, su quinta, la octava, son relaciones determinadas, como lo son las figuras que lo acompañan; sin embargo, la ascensión y descensión continua e indeterminada del tono, así como la torsión del material cristalino que conlleva revelan, de manera aparentemente contradictoria, hasta qué punto la naturaleza humana no es sino puro artificio. En la imposibilidad de estos movimientos hay una cuestión resuelta técnicamente desde el arte de manera que el artificio resuena como expresión casi humana de autenticidad. En este sentido, la temporalidad resulta de gran importancia en la transición de unos estados aparentemente fijos a otros, en la imposibilidad de cierta quietud, de permanencia y determinación. En la obra de Alberto queda patente gracias a la tensión mantenida entre las fotografías y el audiovisual (y entre sus respectivas temporalidades), la cual revela un topos indeterminado, un desplazamiento entre dos significantes determinados (dos rostros) por donde escapa el sentido. En las obras de ambos artistas esta falla se da a presencia como un continuum cuya indeterminación revelaría no sólo la imposibilidad de satisfacción plena del sentido en cualquier intento de definición (de una forma, de una palabra, de un significante cualquiera) sino en el reconocimiento de que algo de gran valor se esconde en dicha imposibilidad.

Entender la fractura como posibilidad de regeneración podría asemejarse al proceso de las fibras que componen un músculo que se entrena para competir contra la tendencia cristalizadora de las culturas, ya que al olvidar que ésta es sólo una parte del proceso caemos fácilmente en una ilusión de permanencia donde las contradicciones y las imposibilidades producen gran desasosiego. Hay así una funcionalidad del arte, que en forma de experiencia desvelaría el funcionamiento de la estructura a aquellos que asumen el riesgo y se abren a la contradicción como condición constitutiva. Finalmente, tratar con palabras esta cuestión no es sino presa de la misma treta del lenguaje que venimos anunciando: toda pretensión de cerramiento del sentido se muestra con la radical evidencia de su falta (de nuestra falta) la cual supone, sin embargo, la principal posibilidad para que el arte transparente técnicamente la imposibilidad como una experiencia constructiva (del sujeto).