SOBRE POSIBILIDADES E
IMPOSIBILIDADES EN ARTE
Las
dos palabras que forman el título de la exposición conjunta de Raúl Lomas y
Alberto Lomas podrían interpretarse como una brevísima declaración de
intenciones y reconocimientos sobre ciertos modos del arte. El
"logos" que contiene la primera palabra ("morfología")
denotaría una práctica artística asociada a la experimentación racional de la
forma. Sin embargo, la segunda ("imposibilidad") advertiría en el
resultado artístico entendido exclusivamente como forma cierta insatisfacción,
causada quizá por la convicción de que el artista se ocupa verdaderamente de
aquello imposible de ser representado. Bajo esta perspectiva, incluso
científica del arte, la obra no queda reducida únicamente a la representación
formal de un imaginario, sino que precisamente pretendería dar cuenta de las
estructuras sobre las que éste se construye, revelando procesos y aspectos de
la realidad en sus estratos más hondos, allí donde todos podríamos sentirnos concitados
como sujetos de representación.
Si
bien el título de la exposición remite a una perspectiva general del arte, no
podemos obviar que los títulos particulares de las dos obras que la constituyen
se diferencian gracias a otras dos palabras que, de algún modo, suponen su
concreción: "fragilidad" en el caso de Raúl e "identidad"
en Alberto. Mediante un ejercicio de articulación entre el título general, los
dos particulares y las obras que referencian, la "fragilidad" se nos
revela como una propiedad íntima de aquel lugar potencialmente compartido por
todos y, por tanto, de cualquier construcción de
sentido sobre la que se asienta. Por su parte, la "identidad" se
manifiesta contra lo que normalmente suele designar: el deseo de distinguirnos
a nosotros mismos uno y distinto respecto de las cosas y los demás como
condición de sujetos/culturas. Como todas las demás palabras, la
"identidad" pretende instaurar la ilusión de que el sentido
permanece, determinado; de que el lenguaje (el sujeto) es capaz de fijar
conceptualmente la realidad a su antojo para así construir las bases de una
existencia que algunos consideran más segura e inequívoca.
Sin
embargo, toda palabra, entendida como relación entre significante y
significado, podría interpretarse como el resultado de un proceso de
cristalización y ruptura ininterrumpido que conforma una estructura dinámica la
cual sitúa al mundo y su representación en una deriva significante sin
posibilidades de cerramiento total. Inserta en la temporalidad, la
determinación material de la palabra parece resistirse a las inevitables
variaciones de su significado producidas por la acción de la propia
temporalidad o por las distintas conciencias que la aprehenden (pensemos en
algo cotidiano y próximo, una "casa", que como palabra ha designado
infinitas posibilidades a lo largo de la historia, e igual número de
referencias en la representación que cada individuo ha podido hacerse de la
misma). Apreciaríamos así que las construcciones de sentido más potentes jamás
creadas han sido ensambladas sobre una estructura (de la representación) que se
nos antoja frágil; estructura sobre la que se ha erigido nuestro mundo, y otros
muchos más. La fragilidad de esta estructura dinámica no sería, por tanto, un
signo de nuestro tiempo sino de toda época, en la que sus coetáneos han
recibido como tarea su construcción.
Por
tanto, habremos de reconocer en estos mecanismos una potencia natural, tanto
destructiva como constructiva. La creación en arte sabe de estos procesos, así
como de su capacidad para traerlos a presencia (simbólica) efectiva, incluso
funcional, mediante el efecto de una materialidad que, técnicamente orquestada,
entra en resonancia con un espacio común. En la obra de Raúl, el material
cristalino trasciende su forma cotidiana y queda afectado por las variaciones
sonoras que del propio material emanan: un tono, su quinta, la octava, son
relaciones determinadas, como lo son las figuras que lo acompañan; sin embargo,
la ascensión y descensión continua e indeterminada del tono, así como la
torsión del material cristalino que conlleva revelan, de manera aparentemente
contradictoria, hasta qué punto la naturaleza humana no es sino puro artificio.
En la imposibilidad de estos movimientos hay una cuestión resuelta técnicamente
desde el arte de manera que el artificio resuena como expresión casi humana de
autenticidad. En este sentido, la temporalidad resulta de gran importancia en
la transición de unos estados aparentemente fijos a otros, en la imposibilidad
de cierta quietud, de permanencia y determinación. En la obra de Alberto queda
patente gracias a la tensión mantenida entre las fotografías y el audiovisual
(y entre sus respectivas temporalidades), la cual revela un topos
indeterminado, un desplazamiento entre dos significantes determinados (dos
rostros) por donde escapa el sentido. En las obras de ambos artistas esta falla
se da a presencia como un continuum cuya indeterminación revelaría no sólo la
imposibilidad de satisfacción plena del sentido en cualquier intento de
definición (de una forma, de una palabra, de un
significante cualquiera) sino en el reconocimiento de que algo de gran valor se
esconde en dicha imposibilidad.
Entender
la fractura como posibilidad de regeneración podría asemejarse al proceso de
las fibras que componen un músculo que se entrena para competir contra la
tendencia cristalizadora de las culturas, ya que al olvidar que ésta es sólo
una parte del proceso caemos fácilmente en una ilusión de permanencia donde las
contradicciones y las imposibilidades producen gran desasosiego. Hay así una funcionalidad del arte, que en forma de
experiencia desvelaría el funcionamiento de la estructura a aquellos que asumen
el riesgo y se abren a la contradicción como condición constitutiva.
Finalmente, tratar con palabras esta cuestión no es sino presa de la misma
treta del lenguaje que venimos anunciando: toda pretensión de cerramiento del
sentido se muestra con la radical evidencia de su falta (de nuestra falta) la
cual supone, sin embargo, la principal posibilidad para que el arte transparente
técnicamente la imposibilidad como una experiencia constructiva (del sujeto).